miércoles, 25 de octubre de 2017

poesia

Una flor

Una tarde bendecida
 me diste , amada , una flor,
 y de entonces su perfume
 embriaga mi corazón.

 Era un jazmín blanco y puro
 más no tanto como tú ;
 emblema de mis ensueños
 símbolos de tu vida.

 Yo lo conservo en mi pecho
 y en el siempre vivirá;
 lo han marchitado mis besos
 y lo he regado al llorar.

 Pero conserva el aroma
 de tu aliento virginal
de tus lágrimas la huella,
 de tus miradas quizá.

 Será el dulce compañero
 de mi triste soledad;
y mientras tú no me olvides
 jamás me abandonarás.


 Más, acaso por desgracia,
 te olvidaras de mi amor
, no resistirán sus hojas
 la tormenta del dolor.

 Y en medio de mi amargura,
 de mi angustia y aflicción,
 se deshará en mil pedazos,
 ¡Y con el corazón!

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